This year is already dying, in eight weeks it will be gone. It has made me
think of how quickly life vanishes once we are no longer young. When I was a
child a single year lasted a century. A year at school was like a decade and
vacations were so long I got bored of them but now year ends without giving me
time enough to achieve what I want. Life blows like a bit of grass blown by the
wind. So little time, so much to do! This must be why death always catches us before
we get ready to go.
What do we need to fix before dying? Most of us buy a place to rest after
death long years before departing, pre pay funeral service and write down how
must be split our assets to prevent our descendants from becoming enemies to
each other on fighting to get what they
deserve. What not everyone does is clarifying our lives so that our facts don’t
hit too hard the faith put in us for those who loved and idealized us.
How sad and distressing spectacle it is to discover in the gone one someone
we wouldn’t had liked. We check drawers, delve into the secrets of the deceased
and always find more than what we're looking for. When we find what we don’t
like feel disappointed because among papers and memorabilia we had met our loved
one in a way we had never done before.
I heard this story when I was still a student. Designing can become an expensive
career because of the large sums of money spend in doing homework. To be able
to afford the pieces made I worked at a models academy along the school. Work imposed
a daily routine of painstaking care in my appearance. Look beautiful out of
choice is not the same as being forced to look better than the others every
day. Had so little time to keep on schedule I was always in a rush.
That day made my way to the gym like every
morning. Promptly completed my routine because I had little time before going to work, got in the
sauna to relax before the shower. It was very early morning; room was almost
empty. Besides me, only was there that black sobbing fragile lump lying at a
corner. I was determined to complete my session and get out of there the
fastest I could but she would not stop mourn and I could not stop looking at her,
wrapped in that black towel, languishing in her own tears; alone and helpless at
a corner of the solitary sauna. I intended to leave as if I had not noticed she
was there but suddenly, on impulse I turned around, sat next to her and asked.
Are you okay, can I help you? She burst into mourn inconsolably and when she
was finally able to articulate words said somehow sad and bitter:
"I am a surgeon; I have worked very hard in life for all that I have. A
few years ago I met a very nice man who did not go to college. We got married
and I convinced him to study a career. I paid for it. We didn’t have children
but I was very happy. He was the ideal man; there was not a single
disappointment in my life. Every moment with him was peace and bliss.
When got sick thought I would die with him. Fight for over a year and a
half trying to save him. I felt so helpless when he died in my hands, I thought
I would never get over it; I could not go on.
Yesterday was his funeral, right when I felt the most heartbroken a
pregnant woman, uglier than me, came in bathed in tears with her five kids. My
husband was her partner, the father of her children.
You must have thought I'm on the verge of suicide when saw me here
disconsolate. I honestly appreciate it; needed to talk to someone, give vent to
my feelings not to die of anger for I cannot relive that stupid man to kill him
myself, with my hands"
What a precious jewel is the truth that allows us to go through life with our
heads held high, not ashamed of anything we've lived and to preserve our honor
beyond this world, after our mourners had delve into what was the private life of
those who have already died.
How good it would be that our deeds validated our lives in such way that could
someone write to our graves the epitaph of the poet Boris Elkin
"The best way is doing what’s right!"
¡El Camino Mejor Es El Derecho!
Se está muriendo este año,
en ocho semanas se habrá ido; esto me ha hecho pensar acerca de cómo se
desvanece la vida cuando la juventud nos deja. Cuando niña los años duraban siglos,
un año escolar equivalía a una década y las vacaciones eran tan largas que me
aburrían pero ahora los años se acaban sin concederme tiempo para concretar lo
que deseo. El tiempo es como una brizna de paja en el viento. ¡Tan poco tiempo
y tanto que hacer! Debe ser por ello que la muerte siempre nos alcanza sin que
logremos preparar nuestro equipaje.
¿Qué debemos arreglar
antes de morir? Casi todos compramos el lugar en el yacerán nuestros restos
muchos años antes de ocupar el terreno, pre pagamos el servicio funerario y
dejamos fe escrita de cómo se repartirán nuestros bienes para que nuestros
descendientes tengan aquello que merecen sin enemistarse entre ellos. Lo que no
todos hacemos es aclarar nuestras vidas para que nuestros hechos no golpeen con
fuerza la fe de los que nos amaron e idealizaron.
Que espectáculo tan triste
y desolador descubrir en quien se fue a un ser que no nos habría gustado tal
cual fue. Revisamos gavetas, hurgamos en los secretos del difunto y hallamos
siempre más de lo que andamos buscando. Cuando lo que encontramos no nos gusta
nos sentimos defraudados porque entre papeles y recuerdos conocimos al que se
fue de un modo que nunca antes logramos conocerlo.
Me contaron esta historia
cuando aún era estudiante. El diseño es una carrera costosa, se gastan grandes
sumas de dinero en las tareas así que a la par de la escuela yo trabajaba en
una academia de modelaje para poder costear las prendas que realizaba. El
trabajo me imponía una rutina diaria de cuidados esmerados en mi apariencia
personal. Lucir bella por satisfacción propia no es lo mismo que estar obligada
a lucir mejor que los demás todos los días. El tiempo invertido en mi propia
apariencia me mantenía corriendo contra el tiempo para poder cumplir el
horario.
Aquel día me encamine al
gimnasio como todas las mañanas. Recorrí mi rutina con prontitud pues debía
irme al trabajo, no sin antes concederme una sesión en el sauna para des
estresarme y limpiar mi piel. Apenas
había amanecido, en el sauna solo estaba yo y aquel bulto negro que yacía en un
rincón; frágil y sollozante. Estaba decidida a completar mi sesión y salir de
allí a toda carrera pero ella no paraba de llorar y yo no conseguía dejar de
mirarla; envuelta en aquella toalla negra, sola y desamparada consumiéndose en
sus propias lagrimas en un rincón del solitario sauna. Tuve intención de irme
como si no me hubiera percatado de que estaba allí pero de pronto, movida por
un impulso me di la vuelta, me senté junto a ella y pregunte. ¿Estás bien,
puedo ayudarte en algo? Ella se echo a llorar desconsoladamente y cuando al fin
pudo articular palabras dijo algo triste y amargada:
“Yo soy médico cirujano,
he trabajado muy duro en la vida por todo lo que tengo. Hace tiempo ya conocí
un hombre muy bueno pero poco instruido. Nos casamos y yo lo convencí de que
cursara una carrera, pague la universidad para él. No pudimos tener hijos pero
fui muy feliz. Él era el hombre ideal, no hubo ni un solo desengaño en mi vida.
Cada momento a su lado fue de paz y ventura.
Cuando enfermo creí que
moriría con él. Luche por más de un año y medio intentando salvarlo. Me sentí
tan impotente cuando se fue entre mis manos, creí que no iba a superarlo jamás,
que no podría rehacer mi vida.
Ayer por la tarde fue el
funeral y cuando mas desconsolada me sentía, una mujer más fea que yo.
Embarazada y con cinco muchachitos a cuestas llego hecha un mar de lagrimas. Mi
esposo era su marido, el padre de sus hijos.
Debes haber pensado que
estoy al borde del suicidio cuando me viste aquí desconsolada; te lo agradezco
en serio. Necesitaba hablar con alguien, desahogarme porque si no me muero de impotencia
porque no puedo revivir a ese animal para poder matarlo yo misma; con mis
manos”
Que joya tan valiosa es la
verdad que nos permite ir por la vida con la frente en alto, sin avergonzarnos
de nada que hayamos vivido y conservar el honor allende este mundo, después de
que los deudos hurguen en todo aquello que fue la vida privada de los que ya
hemos muerto.
Qué bueno sería que
nuestros hechos validaran en tal forma nuestras vidas que pueda alguien
escribir en nuestras tumbas el epitafio del poeta Boris Elkin
“¡El camino mejor es el
derecho!”
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