We always say that truth set us free and truth is how
we call the knowledge of doctrine. This assertion can be applied in all fields because
if we take it literally means honesty takes us off the moral burden of
concealment. That who has secret fields in his life lives with the same anxiety
of offenders who fear being discovered. If we follow his doctrinal meaning this
phrase refers to the fact that knowing the gospel makes clear what the limits
of our freedoms are. These limits are generally inhabited by all that is the
domain of the lust of the flesh.
Lust is the biblical term that we use to refer to the
desires and passions of man. We know that overeating is sin but eating is
delicious so sin and rarely obese feel sinners; could feel ugly but never sinners.
We know that lust and sexual perversion are prohibited but fall to the
possibility of a minute and a half of sinful orgasm and in this case we do feel
sinners but fearlessly backslide again and again. There is much that can
take us into the field of the lust of the flesh and the knowledge of what is
right and wrong and expected punishment for the sinner does not stop us because
mere knowledge is not much when it comes to flesh.
Only mechanism human beings have to regulate our
actions is the right use of free will. It seems easy to say but oh dreadful
adversity face whenever life calls us to choose between what is right and what
we want to do, especially when the rest of the world considers good what is wrong to us. I must have been between 25 and 26 years of age when one day came to
my seminary class the mother of one of my students and sat in the last row. Waited
in silence for the whole class and when I finally finished she said, “-Sister I need help. This week I found my
son masturbating and took him to a psychiatrist to tell him that's insane but
he said it is normal for his age, he can always enjoy it as he doesn’t put
aside school and activities to engage enjoy of complacency and since it helps
release stress it's even healthy.”
My first reaction was laughing; I said “Off course sister. What were you expecting?
Sin is channeled to a priest not to a psychiatrist.” One of our greatest
failures as members of any church we attend to is that we fear our priests as
if they were devil. Priest whatever your religion is a man trained to help
us overcome our sins, no one better than him to guide us in becoming masters of
ourselves but if we tell him what we secretly do lose our position as faithful members
in his eyes and when it comes to religion most humans prefer appearance to redemption.
This is probably due to our placing him on our own
plane and deciding that he will tell others what we did or segregate us because
we would do just that if he told us his sins. Many times at leaving a meeting
we commented to others that this priest has no idea of what he says or that
talking is easy when you are not living the experience yourself but the reality
is that every priest is trained to help others in that class of duties. No one is
better than him to help us find the kind of activities that will help us stay
away from temptation. In addition they are the ideal to finding motivation to
overcome adversity and the best shoulder to cry on if we fall because he was taught
to treat private lives of his faithful as sacred and also to separate sin from
sinner and grant respect regardless of what we have done.
If it’s being hard to properly exercise your free will
because of your own flesh ask your priest and he will guide you toward
mastering your own desires.
Tu
Peor Batalla Es Entre Lo Que Sabes Y Lo Que Sientes.
Siempre decimos que la
verdad libera y verdad es la manera en que llamamos al conocimiento de la
doctrina. La aseveración se puede aplicar sin embargo en todos los campos ya
que si la tomamos de manera literal significa que la honestidad nos quita de
encima la carga moral que implica el ocultamiento. El que tiene campos secretos
en su vida vive con la misma zozobra del delincuente que teme ser descubierto.
Si nos atenemos a su significado doctrinal la frase se refiere a que conocer el
evangelio nos deja claro cuáles son los límites de nuestras libertades. Esos
límites generalmente son habitados por todo lo que es dominio de la
concupiscencia de la carne.
Concupiscencia es el
término bíblico con el que nos referimos a los deseos y pasiones del ser
humano. Sabemos que comer de mas es pecado pero comer es rico así que pecamos y
rara vez los obesos nos sentimos pecadores; puede ser que nos sintamos feos
pero pecadores nunca. Sabemos que la lujuria y la perversión sexual están
prohibidas pero caemos ante la posibilidad de minuto y medio de pecaminoso
orgasmo y en este caso si nos sentimos pecadores pero reincidimos sin ningún
temor una y otra vez. Mucho es lo que nos puede llevar a adentrarnos en el
terreno de los deseos de la carne y el conocimiento de lo que está bien y mal y
del castigo previsto para el pecador no nos detiene ya que el mero conocimiento
no sirve de mucho cuando se trata de la carne.
El único mecanismo que
como seres humanos tenemos para regular nuestras acciones es el correcto uso
del libre albedrio. Parece fácil al decirlo pero oh terrible adversidad
enfrentamos cada vez que la vida nos pide elegir entre lo que es correcto y lo
que deseamos hacer, sobre todo cuando el resto del mundo considera que esta
bien aquello que para nosotros está mal. Yo debo haber tenido entre 25 y 26
años cuando un día llego a mi clase de seminario la madre de uno de mis alumnos
y se sentó en la última fila. Espero en silencio durante toda la clase y cuando
por fin termino ella dijo “–Hermana
necesito ayuda. Esta semana encontré a mi hijo masturbándose y lo lleve al
psiquiatra para que le diga que eso es insano pero él le dijo que es normal a
su edad, que puede disfrutarlo siempre y cuando no ponga a un lado sus estudios
y actividades para dedicarse a disfrutar de la autocomplacencia y que además
libera el stress así que resulta incluso saludable.”
Mi
primera reacción fue reír; dije “–Claro hermana ¿que esperaba? el pecado se
canaliza con el sacerdote no con el psiquiatra.” Una de nuestras grandes fallas
como fieles de la iglesia de la que somos miembros es que tememos a nuestros
sacerdotes más que al demonio. El sacerdote sea cual sea su religión es un
hombre entrenado para ayudarnos a superar nuestros pecados, nadie mejor que él
puede guiarnos en eso de llegar a ser dueños de nosotros mismos pero si le
contamos aquello que hacemos a hurtadillas perdemos nuestra posición
de miembro fiel ante sus ojos y cuando se trata de religión la mayoría de los
seres humanos preferimos la apariencia que la redención.
Probablemente
esto se deba a que lo colocamos en nuestro propio plano y decidimos que lo
comentara a otros o nos segregara porque eso mismo haríamos nosotros si el nos
confiara sus pecados. Muchas veces salimos de las reuniones comentando a otros
que este sacerdote no tiene idea de lo que dice o que hablar es fácil cuando no
se está viviendo la experiencia por si mismo pero la realidad es que el
sacerdote es entrenado para ayudar a otros en esa clase de menesteres. Nadie
mejor que él para ayudarnos a encontrar el tipo de actividades que nos alejaran
de la tentación. Además el es ideal a la hora de encontrar motivación para
vencer la adversidad y el mejor hombro en el cual refugiarnos si caemos puesto
que se le enseño a tratar la vida privada de los fieles como algo sagrado y
también a separar el pecado del pecador y concedernos respeto
independientemente de lo que hayamos hecho.
Si
te cuesta ejercer correctamente tu libre albedrio pues tu propia carne te lo
impide recurre a tu sacerdote y el te guiara hacia el dominio de tus propios
apetitos.
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