Started my day sat down reading the Holy Scriptures while
remembering times when I felt lost. No, no, no, no buddy I won’t talk about
what you’re thinking. There are many ways to get lost and Holy Scriptures is one
of them. Of course this varies from nation to nation. There are countries with
a broad religious sense in which families regularly read the Holy Scriptures and
attend church frequently and there are countries where people rarely read them and
only go to church when getting married. There are religions in which members
are fervent in faith and the study of the doctrine and there are religions in
which members are less fervent than in other churches and within all these
groups there are variations that have to do with family traditions and the culture
of each family.
Whatever religion, nation and culture are we can see
sometimes people coming to church after a long time or for the first time, and
it's obvious in their behavior that don’t know how to use the Scriptures; people
for whom a note asking him to read something like 1Kgs.3:5-14 or Ps.63:1-8 is a
foreign language. Who has never had a supervised reading of the Holy Scriptures
may perhaps not understand in what book should search and what verses to read.
Nothing that cannot fix who is sitting next to him with a light explanation.
Such people learn quickly how to use them and get to handle them with the same
skill of the ones who grew up using them and even play with them to write
letters in which the content is obtained by reading certain lines of the scriptures
mentioned in her.
I remembered, however, a place where I lived long time
ago. Two weeks after arriving I was assigned to teach the adult’s class and
from the first day I found how little collaborator their members were. Whenever
handed someone a note with a reference of scripture to read when I indicated
this person claimed to have lost it and if I asked anyone to read it in the
very moment I needed most would claimed not having their glasses with them. Some
of them would tell me, after claiming lost the note or left glasses at home, “...tell me the reference sister, I know it” and when they saw me searching for it in the book
looked at me like I did not know any doctrine. They made me think it was common
among them to memorize the Holy Scriptures and even when a doctrine teacher
must read scriptures from the book I began to think I should memorize them like
they did or would never gain their respect.
Finally one day, as I went to visit a sick person with
another sister she asked me how I felt in my new ward and I was honest about
it. She laughed and said “they
don’t want to be mean sister, they are illiterate and feel ashamed of it so they
don’t attend to literacy classes in the church and have their grandchildren to read
them the Scriptures again and again until they learn them reference by
reference.” What a great challenge!
How to tell someone I know you cannot read and I have enrolled you in a course to
learn it? I chose to memorize the Scriptures and adapt to the circumstances
which ended up being a blessing in my life because sometime after that our
leaders demanded that to seminary teachers and I had already walked my own
mile, but these families come back to my mind every once I hear a leader speak
of humility or pride. Pride that prevents us of letting others help us when we
need, the humbleness to admit that we need help.
Many of our problems in life would be easily solved
just with saying I need your
help to solve this
or maybe teach me how
to do this but there
are families which closed doors starve for fear of being confused with beggars
and people losing affection from others for not daring to say I'm guilty and feel sorry. Most of what we call honor is nothing but pride and
almost all those virtues that we believe people attribute us have not even been
noticed by them. Rarely we really have the place we think we have in the hearts
of others and letting the river swept us away so that nobody notices we have
trouble to swim is worse than silly, STUPID! Honor, that magnificent gift we
care of that much is often our main stumbling block.
Honor or pride what a subtle
difference!
Comencé el día sentada, leyendo las escrituras à la par que recordaba momentos en los que me sentí perdida. No, no, no, no amigo no voy a hablar de lo que piensas. Hay muchas maneras de perderse y las escrituras son una de ellas. Claro que esto varia de una nación a otra. Hay países con un amplio sentido religioso en los que las familias leen regularmente las escrituras y asisten a la iglesia frecuentemente y también hay países en los que la gente rara vez lee las Santas Escrituras y solo va a la iglesia cuando se va a casar. Hay religiones en las que sus miembros son fervientes en la fe y el estudio de la doctrina y hay religiones en las que sus miembros son menos fervorosos que en otras iglesias y, dentro de todos esos grupos hay variaciones que tienen que ver con las tradiciones familiares y la cultura de cada familia.
Sea cual sea la religión,
nación y cultura podemos ver, a veces, personas que asisten después de mucho
tiempo o por primera vez y es obvio en su conducta que no saben manejar las
escrituras. Personas para las que una nota pidiéndole que lea algo así como
1Rey3.5-14 o Sal63.1-8 resulta un
trabalenguas. Quien nunca leyó las escrituras de manera supervisada puede tal
vez no comprender en cual libro debe buscar ni que versículos debe leer. Nada
que no pueda solucionar quien esté sentado a su lado con una ligera
explicación. Esta clase de personas aprenden pronto como usarlas y llegan a
manejarlas con la misma destreza que quien creció haciendo uso de ellas e
incluso jugando con ellas a escribir cartas en las que el contenido de la misma
se obtiene leyendo frases numeradas de ciertas escrituras que menciona en ella.
Recordé, sin embargo, un
lugar en el que viví hace ya largo tiempo. Un par semanas después de haber
llegado me asignaron la clase de adultos y desde el primer día comencé a notar
lo poco cooperadores que eran sus integrantes. Cada vez que entregaba una nota
con alguna referencia de escrituras a alguien para que la leyera cuando yo lo
indicara esta persona aseguraba haberla perdido y si lo pedía verbalmente casi
todos aseguraban haber dejado en casa sus lentes. Había entre ellos quienes me
decían, tras asegurar que perdieron la nota o que se le quedaron los lentes, “…pero
dígame la referencia hermana que yo me la se”
y
cuando me veían buscando en el libro me miraban con cara de que la que no sabe
doctrina soy yo. Ellos me hicieron pensar que era natural entre ellos memorizar
los libros canónicos y aun cuando un maestro de doctrina debe leer las
escrituras desde el libro comencé a pensar que debía aprenderlas de memoria
como ellos o no ganaría su respeto.
Finalmente un día,
mientras me dirigía a visitar una persona enferma junto con otra hermana ella
me pregunto cómo me sentía en mi nueva unidad y fui sincera al respecto. La
hermana rio y me dijo “No quieren ser odiosos contigo
hermana, son analfabetas y se avergüenzan de ello así que no asisten a los
cursos de alfabetización de la iglesia y hacen que sus nietos les lean las escrituras
una y otra vez hasta que las aprenden con puntos y comas.” ¡Qué
desafío tan grande! ¿Cómo decirle a alguien se que no sabes leer y te he
inscrito en el curso? Elegí memorizar las escrituras y adaptarme a las
circunstancias lo cual termino siendo una bendición en mi vida porque pronto
las autoridades de área comenzaron a exigir esto a los maestros de seminario y
yo ya había recorrido mi propia milla, pero estas familias vuelven a mi memoria
cada vez que oigo a algún líder hablar de humildad u orgullo. El orgullo que
nos impide dejarnos ayudar cuando lo necesitamos, la humildad de confesar que
necesitamos ayuda.
Muchos de nuestros
problemas en la vida se resolverían fácilmente con tan solo decir necesito
tu ayuda para resolver esto o tal vez enséñame que no sé
hacerlo pero
hay familias que a puertas cerradas mueren de hambre por temor a ser
confundidos con mendigos y personas que pierden el afecto de otros por no
atreverse a decir soy culpable y lo siento. La mayor parte de
eso que llamamos honor no es más que orgullo y casi todas esas virtudes que
creemos que la gente nos atribuye no han sido ni siquiera notadas por ellos.
Pocas veces ocupamos en el alma de la gente el lugar que creemos nuestro y
dejarse arrastrar por la corriente para que nadie note que nadamos con
dificultad es peor que tonto, ¡NECIO! El honor ese sublime don que tanto
cuidamos es a menudo nuestra principal piedra de tropiezo.
¡Honor
u orgullo que sutil diferencia!
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