Being grateful is one of the most difficult acts to
human beings. As carnal beings that we are; subject and object of the
temptations of the flesh we truly believe deserving everything we have. All
attention and favor received are merely the least deserved by the wonderful
creature that we are. This is not learned from our fathers; on the contrary it
is our first demonstration of territorial being that each of us is.
Early in childhood we take everything we like
regardless if the owner also considers a treasure possessing such an object. We
learn to speak and say give
it to me! And if denied we take it anyways because we deserve
to have everything we like. Fortunately for us learn to respect at the same
time we grow. However, some of these territorial and selfish attitudes remain
with us for the rest of life and inadvertently manifest in certain situations.
Although this kind of attitude is not limited to one
sex is more evident in females because women are allowed everything that is
forbidden to men. We can build a tantrum and get by crying what we want or just
play sexy girl and take ownership of what we want in front of the astonished
face of our rivals and with the blessing of those who enjoy our coquetry
without realizing that we are snatching the loot that could be theirs. Although
in many countries of world women are still fighting for equal rights is common today
to see the sexy girl who knowing how beautiful she is uses her physical
attributes mercilessly to achieve leadership positions naturally forbidden to
her even if has proven to be more capable and more effective than her
competitors. Once crossed through the door we turn those we had surpassed into
the office boy. This way we let them know that we are queens of the pond. Of
course we want to occupy positions previously allowed only men but without
losing a bit of the courtesies we should be granted with before just by being
meek and submissive women.
Probably, product of this feminine attitude has
emerged today in the male counterpart what we had come to calling Metro
sexuality. Metro sexual is like woman; a territorial creature that seeing how
his opponents’ beauty shifted his territory decided to regain his own spaces
using the same weapons as his rivals. He is not gay but takes such care of his appearance
that we are not sure that he is not. He shapes his eyebrows to highlight his
features without falling into the limits of femininity. Trains regularly, shave
his body, dresses well, and uses expensive perfumes. Is well educated without
falling into refining, is jovial, and moves from one office to another on way
to top amidst the sighs of his rivals, ladies. Once crosses through the door
returns his rivals to their condition of servants without compassion and amid
sighs of those who enjoy serving the red rooster of the barnyard.
Yes friends, my little fish, the swordtale I mentioned last week is too human to be a creature of fins and scales.
El Que Muerde La
Mano Que Lo Alimenta (2da. Parte)
Saber
agradecer es uno de los actos más difíciles del ser humano. Como los seres
carnales que somos; sujeto y objeto de las tentaciones de la carne creemos
merecer todo aquello que poseemos. Toda atención y favor recibidos son
meramente lo mínimo que merece recibir la maravillosa criatura que nosotros
somos. Este no es un acto aprendido del ejemplo de nuestros padres; por el
contrario es nuestra primera demostración del ser territorial que cada uno de
nosotros es.
Temprano en la
infancia tomamos todo aquello que nos gusta sin tener en cuenta si su dueño
también considera un tesoro la posesión de tal objeto. Aprendemos a hablar y
decimos ¡dámelo! y, si nos lo niegan lo tomamos igual
porque merecemos tener todo aquello que nos guste. Por fortuna para nosotros
aprendemos a conceder respeto a nuestros semejantes a la par que crecemos. Sin
embargo, algunas de esas actitudes territoriales y egoístas permanecen con
nosotros por el resto de la vida y las manifestamos inadvertidamente en ciertas
situaciones.
Aun cuando esta
clase de actitudes no se limita a un solo sexo es más evidente en el sexo
femenino porque a la mujer se le permite todo aquello que está vedado a los
hombres. Podemos armar una pataleta y conseguir mediante el llanto aquello que
deseamos o simplemente jugar a la chica sexi y tomar posesión de lo que
deseamos frente a la cara atónita de nuestras rivales y con el beneplácito de
quienes disfrutan de nuestra coquetería sin percatarse de que les estamos
arrebatando el botín que pudo ser suyo. Pese a que en muchos lugares del mundo
la mujer sigue luchando por la igualdad de derechos es común en nuestro mundo
de hoy ver a la chica sexi que sabiéndose hermosa hace uso de sus atributos
físicos sin compasión alguna para alcanzar posiciones de liderazgo que de
manera natural le son vedadas aun cuando haya probado estar más capacitada y
ser más efectiva que sus competidores. Una vez que logramos cruzar la puerta
convertimos a los que rebasamos en el chico del mandado. Les hacemos saber que
somos las reinas del charco. Claro que queremos ocupar las posiciones que antes
solo ostentaban los hombres pero sin perder ni un poquito de las cortesías que
antes se nos debían conceder por ser mansas y sumisas mujeres.
Probablemente
producto de esta actitud femenina ha surgido hoy en la contraparte masculina lo
que nos ha dado por llamar metro sexualidad. El metro sexual es al igual que la
mujer una criatura territorial que viendo como la belleza de sus contrincantes
lo desplazo de su territorio decidió recobrar sus propios espacios recurriendo
a las mismas armas que sus rivales. El no es homosexual pero cuida tanto de si
mismo que no estamos seguras de que no lo sea. Estiliza sus cejas para resaltar
sus rasgos sin caer en los límites de la femineidad. Hace ejercicio, depila su
cuerpo, viste bien, usa exquisitos perfumes, es bien educado sin caer en la
refinación, es jovial, y se mueve de oficina en oficina hacia la cima en medio
de los suspiros de sus rivales, las damas. Una vez que cruza la puerta regresa
a sus rivales a la condición de siervas sin compasión alguna y en medio de los
suspiros de quienes disfrutan de servir al gallo giro del corral.
Si amigos mi
pececito, el colisable del que les hable la semana pasada es demasiado humano
para ser una criatura de aletas y escamas.
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